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viernes, 12 de febrero de 2016

El Desprendimiento

El buscar sentirse desapegado de lo habitual no es una acción común. Pocas personas están dispuestas a dar ese paso, porque implica sacrificar nuestro espacio de seguridad o confort.

El desapego comienza por no sentirse sujeto a nada. Consiste en vivir una vida enfocada en creer, que todo lo que sucede en nuestras vidas es pasajero. Se trata de hacer consciencia de que todo puede cambiar de un momento a otro por completo e inmediatamente.

La vida no pregunta a sus protagonistas qué circunstancias desean vivir, pero cada decisión elegida determina innumerables resultados para los cuales debemos prepararnos. No deberíamos sentirnos arrepentidos o tener síntomas de ansiedad por ninguna decisión tomada.

El desapego nos enseña que realmente no somos dueños de nuestra vida, ni somos dueños de la vida de otras personas, por lo tanto debemos practicar y aplicar el desprendimiento en este plano físico y psicológico, cumpliendo así con un determinado propósito de nuestra alma. 

En la práctica del desprendimiento, nuestra consciencia nos ayuda a comprender su mensaje al no querer que suframos por lo que se vuelve palpable y perceptible para los cinco sentidos, ella espera ansiosa que durante las situaciones dulces o amargas nos enfoquemos en preguntarnos cómo nos sentimos, qué sentimos, quienes somos, y qué aprendimos. Nos enseña a qué nosotros debemos controlar nuestros sentimientos y emociones, sin que las circunstancias del exterior predeterminen nuestro comportamiento.

El desapego nos ayuda a ser fuertes y livianos como el árbol de ramas blandas y ligeras, que aun cuando es azotado por un fuerte viento se moldea hasta que pasa la tormenta. Su flexibilidad lo hace adaptarse a las circunstancias, por lo tanto, no se resiste, no se quiebra; este ser natural representa un ejemplo que podemos aplicar en nuestras vidas constantemente.
Dibujo por Melissa Arango

En este hermoso momento, me encuentro cierro mis ojos, me relajo y me pregunto:
                                          ¿A qué me resisto? 
¿A qué me aferro?

Al meditar un rato en lo que he reflexionado, agradezco y doy gracias por este instante, y reconozco que en la dualidad está la respuesta para vivir la vida del centro, el camino del equilibrio. En este momento no me aferro, y no me resisto a nada pues Dios tiene el control de mi vida.

Declaro a partir de hoy vivir una vida con mayor desprendimiento, he sentido la necesidad de no aferrarme a nada material, idea o pre concepto psicológico, que no me acerque a Dios y a lo que Él significa. Mi real ser espera pacientemente por que yo sea lo mejor de mí, y en este instante propongo encaminar mi vida por ello. 




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